42 años sin Ian Curtis

El 18 de mayo de 1980, el líder de unas de las bandas representativas del movimiento post punk y una de las más influyentes e icónicas del rock and roll, Ian Curtis, víctima de la depresión, la epilepsia y problemas matrimoniales se quitó la vida en la cocina de su casa en Macclesfield, Inglaterra.
Al momento de la muerte de Curtis, Joy Division había publicado apenas un álbum ‘Unknown Pleasures’ de 1979, y tenía apenas unos meses que habían terminado de grabar su segundo material ‘Closer’ de 1980, más exitoso dado que fue publicado de manera póstuma. La noche anterior, Curtis había bebido una jarra completa de café, una botella de whisky, vio la película ‘Stroszek’ de Werner Herzog, (trata sobre un músico que viaja a Estados Unidos para lograr el sueño americano y termina quitándose la vida) y escuchó el disco ‘The idiot’ de Iggy Pop.
Murió el genio, nació la leyenda. Desde entonces, hay un cuerpo girando en la cocina de ese número 77 de Barton Street, donde vivió y murió Ian Curtis.
Aunque breve, su legado sigue absolutamente vivo y sus huellas aún pueden seguirse en el condado de Cheshire. Pese a su corta trayectoria, el que fuera líder de Joy Division sigue inspirando a otras bandas, además de películas, libros y documentales.
El lunes 19 de mayo de 1980 marcó definitivamente la historia de Joy Division, como lo relató la periodista de la revista Rolling Stone, Debby Miller. Las maletas estaban hechas y estaban listos para la gira por Estados Unidos, en su primer tour fuera de Europa. Pero la banda nunca dejó Inglaterra ese lunes triste. Después de la muerte de Curtis, las letras de las canciones que escribió cobraron un nuevo sentido. Sus temas eran de una oscuridad que parecían anticipar su trágica muerte. “Tomé la culpa/ sin dirección, tan fácil de ver/ un arma cargada no te liberará”, reflexionaba el propio Curtis en ‘New Dawn Fades’, una de las canciones de su primer álbum, Unknown Pleasures (1979).
“No comenzamos a escuchar y entender las letras de Ian hasta que murió. Ahí nos dimos cuenta de todo lo que estaba viviendo por dentro”, dijo Bernard Summer, guitarrista del grupo, al New York Times.
Su suicidio significó el fin de su vida, pero también el comienzo de otra: la de Ian Curtis ícono, el poeta maldito de la Manchester oxidada y postindustrial. El cantante de Joy Division en estos cuarenta y dos años ha inspirado a otras bandas, además de películas, libros y documentales.
A pesar de tener solo dos discos, su legado musical ha marcado un punto de inflexión en la historia y el universo que crearon Ian Curtis, Bernard Summer, Peter Hook y Stephen Morris ha sido fuente de inspiración para los grupos que llegaron después. Han sido muchas las bandas que han versionado alguno de los temas creados por Joy Division, entre ellos Radiohead, The Cure, Depeche Mode y Hot Chip. Y no es ningún secreto que The Killers está fuertemente influenciado por New Order. Pero también por parte de grupos hispanohablantes como Aviador DRO, que fue el primer grupo español que los versionó.
Uno de los homenajes más conocidos en español, en cambio, es el realizado por el grupo granadino Los Planetas en la canción ‘Desorden’, cuya letra hace referencia al día en el que Curtis se suicidó: “Hay un cuerpo girando en la cocina al final de una cuerda atada a una viga”.
Joy división: Placeres y desórdenes, es una obra publicada por Errata Naturae que, según afirman, “hace justicia a uno de los grandes grupos de todos los tiempos”. A través de 11 capítulos, artistas, críticos y profesores especializados repasan cada detalle del mítico grupo. Entre ellos se encuentra Jon Savage, que ha dedicado su vida a la investigación del punk británico y es guionista del documental Joy Division (2007), que está dirigido por Grant Gee y que reconstruye la vida del cantante a través de las declaraciones de sus familiares y amigos más cercanos, contribuyendo a dar forma a un relato para muchos más fiel a la figura del mito.
Por otra parte, Michael Winterbottom plasmó en la imprescindible 24 hour party people la efervescencia de la escena de Manchester a finales de los setenta y principios de los ochenta, en la que Joy Division jugaron un papel esencial.
Sin olvidar, ‘Control’ (asada en la biografía escrita por la viuda de Ian Curtis, Deborah Curtis Touching From a Distance) la película que narra los últimos años de Ian Curtis. La cinta profundiza en el alma y en los sentimientos de una persona triste y brillante de una forma magistral y poco usual. El título del filme está inspirado en la canción She’s lost control.
En 1976, durante un concierto de los Sex Pistols en el Manchester Lesser Free Trade Hall, Curtis coincidió con Peter Hook y Bernard Sumner, futuros bajista y guitarrista de Joy Division. Formaron una banda llamada Warsaw que, posteriormente, rebautizaron como Joy Division. Curtis ocupó en ella, los roles de letrista y vocalista. Las canciones que escribió para el grupo eran sombrías y depresivas, y trataban sobre la desolación, el vacío y la alienación humana. El corto legado de Curtis se concentró en dos álbumes de estudio, Unknown Pleasures, publicado en 1979, y Closer, lanzado en 1980 póstumamente.
Ian Curtis veía en Mánchester una ciudad deshumanizada por la industrialización, de la cual se evadía con libros de William Burroughs, la música de Velvet Underground y Lou Reed. Curtis llevó estas influencias hacia la oscuridad, el romanticismo, la tensión, la belleza del blanco y negro, la soledad, el automatismo, la esquizofrenia y la epilepsia.
La banda, rebautizados poco después como Joy Division, se hicieron un hueco en la escena local gracias a un sonido inédito que hacía de sus limitaciones su principal virtud. A diferencia de la mayoría de los grupos de rock, en las canciones de Joy Division era el bajo el que llevaba el peso de la melodía, apoyado en una base rítmica hipnótica, mientras la guitarra pasaba a un plano secundario. Por encima del resto, la profunda e inquietante voz de bajo de Ian dibujaba paisajes sonoros plagados de referencias literarias. Joy Division poseía un magnetismo enigmático, doloroso y sincero. Tony Wilson, fundador del sello The Factory y personaje clave del llamado sonido “Madchester”, fichó al grupo para publicar su debut discográfico, Unknown Pleasures. El disco se alzó con el segundo puesto en las listas independientes británicas. Aquello les abrió las puertas a su segundo disco, Closer.
Mientras actuaba con Joy Division, Curtis desarrolló un estilo de baile muy personal que evocaba los ataques epilépticos que sufría, a veces incluso en el escenario. La similitud era tanta que el público llegaba a dudar si lo que estaba presenciando era parte de la actuación o un verdadero ataque. A veces se desmayaba y tenían que ayudarlo a bajar del escenario, ya que su salud iba empeorando debido al gran número de conciertos que el grupo daba.
Joy Division era un grupo extraño. Y entre sus muchas rarezas se encontraba la fascinación por la estética nazi, algo que compartieron con muchas bandas de la época, que encontraban en ello una forma de provocación. La década de los 70 tocaba a su fin, y el efímero fenómeno del punk pedía a gritos una renovación interior, un soplo de aire fresco. Y aquel extraño joven y su banda estaban dispuestos a poner su grano de arena.
La banda empezó a ser conocida de manera inmediata ya que había algo en ellos que los diferenciaba. Llamaba la atención su discreción, el alto nivel críptico que alcanzaban sus discos con portadas en blanco y negro, sin nombres ni fotografías del grupo, un anonimato que provocaba interés por descifrar su identidad. El halo de misterio de sus cuatro componentes, que parecían chicos normales y callados, pero en el escenario creaban una atmósfera llena de seriedad, gravedad y desolación fue netamente notoria.
Ian Curtis, es sin duda, una figura que como pocos ha influenciado la música tal y como la entendemos hoy en día.